Toma de protesta: Claudia Sheinbaum y el espectáculo de la política

Claudia Sheinbaum tomó protesta como la primera presidenta de México, un evento que, a pesar de su histórica relevancia, dejó mucho que desear.

Hanna Maltrana

10/15/20241 min read

La expectativa estaba puesta en un acto simbólico de renovación, sin embargo, el evento terminó siendo una representación más de la vieja política disfrazada de novedad.

Comencemos con el escenario: frío y desconectado. El pasado 1 de octubre se ubicó en El Zócalo, aunque lleno de simpatizantes, se sintió más como un espectáculo diseñado para las cámaras que como un espacio de comunión con el pueblo. Faltó cercanía y sentido de compromiso que tanto había prometido Sheinbaum durante su campaña. ¿Es este el tipo de liderazgo que veremos en los próximos años? Uno más preocupado por la imagen que por el verdadero contacto con la gente.

Otro punto criticable fue su vestimenta, que aunque algunos celebraron como un símbolo de sobriedad, careció de la fuerza que su investidura exigía, sin embargo hay que recalcar que es de una diseñadora Oaxaqueña.

En momentos como estos, el atuendo se convierte en un poderoso mensaje. Sin embargo, su elección fue neutral e incluso incapaz de proyectar la fuerza o autoridad que su nueva posición requiere. En lugar de transmitir empoderamiento, el mensaje fue uno de conformismo y seguridad en lo convencional.

Pero lo más preocupante no fue el escenario ni la vestimenta, sino el tono de su discurso. A pesar de hablar de cambio y progreso, las palabras de Sheinbaum fueron un eco de los discursos pasados. Promesas ambiguas, referencias a proyectos previos y un lenguaje político ya conocido. Lo que podría haber sido un discurso que inspirara a un país en busca de transformación, se quedó en un terreno cómodo y predecible.

En conclusión, la toma de protesta de Claudia Sheinbaum dejó una amarga sensación de continuidad disfrazada de cambio. Si bien es un logro mexicano importante tener por primera vez a una mujer al frente de la presidencia, el evento que lo celebró fue un recordatorio de que el verdadero cambio no viene de los símbolos, sino de las acciones. Queda por ver si Sheinbaum logrará superar las expectativas y dejar de lado el espectáculo para concentrarse en las verdaderas necesidades del país.